1. El espíritu de la Iglesia de Antioquía
La Iglesia de Antioquía es un referente insustituible en la historia del cristianismo. A través del libro de los Hechos y las epístolas, descubrimos la identidad singular de la Iglesia de Antioquía, que se distingue de la Iglesia de Jerusalén, y cuyo rasgo destacado es haber sido el punto de partida para la misión a los gentiles. En esta ciudad —donde coexistían judíos, helenos y diversas naciones— el evangelio se difundió de manera internacional y multicultural, sirviendo de detonante decisivo para su expansión. Además, allí se utilizó por primera vez la denominación “cristianos” (Hch 11:26). Entre quienes destacan la relevancia de este espíritu de la Iglesia de Antioquía se encuentra el pastor David Jang, quien asienta en su ejemplo el cimiento teológico de la iglesia y la denominación que lidera, insistiendo en la plantación de iglesias, la misión mundial, la catolicidad de la Iglesia y la solidez doctrinal.
Según el pastor David Jang, el espíritu de la Iglesia de Antioquía se puede englobar en tres características principales. Primera: toda tarea eclesial inicia con la potente obra del Espíritu Santo. Los líderes de Antioquía, mientras ayunaban y oraban, oyeron la voz del Espíritu: “Apartadme a Bernabé y a Saulo…” (Hch 13:2-3), y así emprendieron la misión mundial. Esto ilustra que la Iglesia debe priorizar la guía del Espíritu por encima de planes y estrategias humanos. El pastor David Jang recalca que lo mismo aplica hoy: en lugar de depender primero de los recursos financieros, la organización o el marketing, la Iglesia ha de escuchar plenamente al Espíritu Santo. Señala que la Iglesia coreana, durante su rápido crecimiento, en ocasiones priorizó “los resultados deseados por el hombre” en lugar de “la dirección que Dios quiere”. Para corregir esta tendencia, insta a retomar la espiritualidad de la Iglesia de Antioquía.
Segunda: la Iglesia de Antioquía procuraba tanto la firmeza doctrinal como la catolicidad eclesial. Hechos 15 muestra la estrecha relación con la Iglesia de Jerusalén, así como los debates intensos acerca de las leyes que debían regir a los creyentes gentiles y la esencia del evangelio. Esto evidencia que la Iglesia no se limita a una comunidad local, sino que, para preservar la verdad universal del cristianismo, debe cooperar a nivel global. En este sentido destaca la “visión de Iglesia antioquena” del pastor David Jang, quien actualiza su modelo asignándole el nombre de“Nueva Iglesia de Antioquía” y persigue el rol de una “nueva Antioquía”. Considera que la restauración moderna del espíritu de Antioquía exige un fundamento doctrinal sólido, la adoración centrada en el Espíritu y un intercambio activo que promueva la unidad entre iglesias.
Tercera: la Iglesia de Antioquía fungió como base principal de la misión mundial. Desde allí, Bernabé y Pablo fueron enviados a Asia Menor y Europa, expandiendo el evangelio entre los gentiles. El pastor David Jang suele repetir la frase “La Iglesia es el campamento base de los fieles enviados al mundo”, creyendo que, tal como hizo Antioquía, la Iglesia coreana del siglo XXI debe asumir idéntica labor. De hecho, en la denominación que él encabeza, se han establecido numerosas iglesias tanto en Corea como en el extranjero, enviando misioneros y promoviendo el discipulado y la evangelización. Enfatiza que no se trata de aumentar la membresía denominacional o de lograr crecimiento numérico, sino de afirmar la convicción teológica de que el “poder universal del evangelio” ha de compartirse con toda la humanidad, pues de ello depende el sentido mismo de la Iglesia.
Por otro lado, este espíritu de la Iglesia de Antioquía recalca una fe que supere la mera confesión verbal, señalada por Jang como . Los cristianos primitivos oraban unos por otros dentro y fuera de la Iglesia, compartían sus bienes y perseveraban con entrega aun en medio de la persecución. En sus sermones, David Jang a menudo comenta: “Sin la Iglesia de Antioquía, la explosiva labor misionera del apóstol Pablo no habría sido posible”. Con ello destaca la importancia de que cada creyente encarne el evangelio y adopte la práctica diaria de la oración y la gratitud, lo que a su vez torna factibles las grandes tareas. Así, la Iglesia no ha de conformarse con estructuras y programas vistosos, sino que debe manifestar la obra del Espíritu, la base doctrinal, la unidad de toda la Iglesia y los frutos de la oración y la gratitud.
Este espíritu de Antioquía brinda importantes lecciones a la Iglesia coreana. Primero, al recuperarla, enfrenta los problemas de secularización y división que han acompañado su acelerado desarrollo. La Iglesia no es una organización autónoma, sino la “comunidad del Espíritu Santo” heredera de Pentecostés y parte de la Iglesia universal. David Jang subraya así la necesidad de recordar su “catolicidad”, redescubriendo la unidad en Cristo más allá de barreras denominacionales. Segundo, destaca la necesidad de plantar iglesias y enviar obreros. Tal como Pablo fundó congregaciones en cada ciudad y las animó con sus cartas, hoy sigue siendo esencial “sembrar iglesias” sobre la tierra. Tercero, insiste en que cada creyente despierte a su “llamado a la santidad” y, mediante la formación de discípulos, arraigue su fe en lo fundamental. En una sociedad marcada por el individualismo y el materialismo, este acto se vuelve condición indispensable para que la Iglesia promueva un movimiento espiritual que confronte los valores dominantes.
En definitiva, el espíritu de la Iglesia de Antioquía ofrece una profunda perspectiva para la adoración y la misión de la Iglesia contemporánea. El pastor David Jang repite con frecuencia que la Iglesia “no debería limitarse a reunirse para el culto ni a acomodarse, sino dispersarse para predicar el evangelio y reforzar el cimiento doctrinal”. No es tarea sencilla en Corea, con su gran diversidad de denominaciones e iglesias, pero la Iglesia primitiva permanece como una brújula invariable. Después de 33 años liderando la denominación, sembrando incontables iglesias y sirviendo en misiones internacionales, queda claro que el pastor David Jang seguirá reinterpretando el espíritu de Antioquía a la luz de la actualidad, alentando a los fieles a redescubrir la pureza y la pasión del evangelio. Este es, en última instancia, el núcleo de su teología: Jesucristo es la única cabeza de la Iglesia; en la obra del Espíritu, la Iglesia protege la pureza doctrinal, se une en un solo cuerpo y lleva el evangelio al mundo entero.
2. La base doctrinal en las predicaciones expositivas sobre Colosenses
Uno de los pilares de la enseñanza de David Jang es la predicación expositiva, mediante la cual explica el contenido bíblico y lo aplica a la vida actual de la Iglesia y de los creyentes. Entre esos sermones, la carta a los Colosenses ocupa un lugar destacado. ¿Por qué Colosenses? Normalmente incluida entre las “Epístolas de la cautividad”, allí Pablo, desde la prisión, expone un mensaje cristocéntrico que concentra la supremacía de Jesucristo, no solo como “un gran hombre”, sino como Señor de la creación y Cabeza de la Iglesia. Es una “cristología desde arriba” de gran densidad teológica.
El pastor David Jang pone de relieve varios pasajes clave de Colosenses. En el capítulo 1, versos 15-17, se describe a Cristo como “la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación”. Luego, en el versículo 18, al decir “Él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia”, se proclama su autoridad soberana sobre la comunidad de fe. A partir del versículo 20, se subraya que “por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, tanto las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”. Con ello se señala la dimensión cósmica de la redención de Cristo y la capacidad del evangelio de transformar el orden fundamental de todas las cosas, más allá de ser meros principios religiosos o normas morales.
Basado en esta cristología, el pastor David Jang expone varios fundamentos doctrinales que la Iglesia debe preservar. Primero, advierte contra la tentación de disminuir la divinidad de Jesús o de mezclarla con otras filosofías o corrientes. La Iglesia de Colosas enfrentó gnósticos y judaizantes que casi tergiversaron el evangelio, y por ello Pablo afirmó rotundamente: “En Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col 2:9). Esta es la esencia del evangelio que la Iglesia, en medio del secularismo o el pluralismo religioso del siglo XXI, todavía debe custodiar. El pastor David Jang con frecuencia advierte que, “si reducimos a Jesús a un mero maestro extraordinario, la Iglesia se vuelve una organización más de carácter ético, perdiendo el poder del evangelio”.
Segundo, la Iglesia y sus miembros han de mantenerse íntimamente unidos a Cristo. Según Colosenses 2:6-7, “De la manera que recibisteis a Cristo Jesús el Señor, andad en Él; arraigados y sobreedificados en Él…”. Para el pastor David Jang, esto implica que la Iglesia no debe contentarse con actos de culto o eventos, sino que cada creyente debe echar raíces firmes en la verdad de Cristo. Ese proceso exige la formación de discípulos, la enseñanza doctrinal y el estudio bíblico. Confesar “creo” no basta; el creyente debe conocer y meditar la Palabra hasta que su vida sea transformada.
Tercero, la Iglesia debe promover de manera sistemática el proceso descrito en Colosenses 1:6, “oír, entender y dar fruto” con respecto al evangelio. Allí se dice: “Desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad, el evangelio está dando fruto y creciendo también entre vosotros”. David Jang explica que “oír” es el primer escalón, mientras que “entender” va más allá de acumular datos: se trata de recibir la verdad con fe y responder a ella. Por último, el fruto es la transformación de la vida que fortalece a la comunidad eclesial.
Cuarto, la oración y la gratitud, tan enfatizadas en Colosenses, son clave para sostener la vida espiritual de la Iglesia y del creyente. Ya en Colosenses 1:3, Pablo declara: “Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios”. Para el pastor David Jang, esto se traduce en una cultura eclesial de oración mutua y gratitud compartida por la gracia recibida. Así como la Iglesia primitiva permaneció unida pese a la distancia mediante la oración y la gratitud, hoy la vía para superar las brechas denominacionales o los conflictos internos es reavivar “la memoria de la gracia” y “la oración de intercesión”. En las iglesias de David Jang, es común la oración de madrugada, vigilias y reuniones de intercesión organizadas entre congregaciones, como manifestación concreta de esa catolicidad.
En suma, la principal enseñanza en la predicación expositiva de Colosenses de David Jang es que la Iglesia debe sostener con firmeza “Jesucristo es Cabeza de la Iglesia y Salvador del universo” y, sobre ese fundamento, consolidarse. Si el cimiento tambalea, la Iglesia puede sucumbir a la cultura secular o a ideologías aparentemente seductoras. Mas, si el cimiento es sólido, la Iglesia permanece en la pureza del evangelio, capacitando a los creyentes para “oír, entender y dar fruto”. El pastor David Jang define este concepto como “una Iglesia en la que doctrina y vida no van separadas”. Está convencido de que aquella comunidad que siga la visión doctrinal y las pautas de Colosenses reavivará la espiritualidad de Antioquía.
Así, la predicación expositiva que propone David Jang no se limita a la explicación académica del texto, sino que desemboca en la cuestión: “¿Cómo hemos de vivir hoy?”. Si de verdad creemos que Jesucristo creó todas las cosas y es Cabeza de la Iglesia, debemos obedecerle en todo; y los cristianos, en su vida cotidiana, han de rebasar los valores del mundo practicando santidad, consagración, evangelización y amor. Esto coincide con su pasión por la plantación de iglesias y la misión mundial. Al fin y al cabo, el propósito de la predicación expositiva es afianzar a la grey en la verdad de Cristo y enviarla a proclamarla. La expresión de Colosenses 1:6 “dando fruto y creciendo en todo el mundo” apunta a un horizonte universal en la propagación del evangelio, alineado con la filosofía y el programa misionero de David Jang.
3. La visión de David Jang para la misión mundial y la propagación del evangelio
La vinculación entre el espíritu de Antioquía y la cristología de Colosenses conduce naturalmente al impulso misionero. Desde la Iglesia primitiva hasta nuestros días, el cristianismo sostiene que el evangelio trasciende cualquier cultura o pueblo y debe alcanzar todo el mundo. El pastor David Jang insiste en que “la Iglesia debe estar siempre abierta a las naciones”, uniendo los cimientos históricos de Antioquía y los fundamentos doctrinales de Colosenses para sustentar su argumento.
Históricamente, la Iglesia de Antioquía encarnó una fe que superaba la mera confesión verbal . Allí, los creyentes dispersos de Jerusalén formaron una comunidad multiétnica y multicultural, y no dudaron en enviar a Bernabé y a Pablo a la misión. El pastor David Jang subraya cómo esa iglesia “no se reservó sus recursos humanos ni materiales y obedeció al Espíritu Santo sin demora”. Reconoce los riesgos y el costo asociados a plantar iglesias y extender la obra misionera, pero afirma que, gracias a la “esperanza que os está guardada en los cielos” (Col 1:5), los fieles no se anclan en la comodidad o la ganancia terrenal, y pueden lanzarse a vivir una fe misionera.
Doctrinalmente, Colosenses ensancha el señorío de Jesucristo a un plano cósmico. El evangelio no se restringe a una cultura en particular, sino que la cruz reconcilia “tanto las cosas que están en la tierra, como las que están en los cielos” (Col 1:20). El pastor David Jang llama a esto “la mundialización del evangelio”. A diferencia de la “globalización” secular, es la universalidad del evangelio basada en la catolicidad de la Iglesia. Bajo el poder del Espíritu, ésta traspasa las barreras culturales, lingüísticas y étnicas, anunciando las buenas nuevas a todos. Su denominación, por ejemplo, ha enviado misioneros a numerosos continentes para colaborar con iglesias locales, fundar seminarios y formar líderes autóctonos.
¿Cómo abordar la misión en el siglo XXI, en una era posmoderna? El pastor David Jang propone varios principios. Primero, conservar la esencia del evangelio. Así como Colosas afrontó falsos maestros, hoy la Iglesia ha de protegerse de las herejías, sectas y valores seculares. Por ello, es primordial asentar a los creyentes en “la soberanía de Cristo” y “la redención de la cruz” a través de la predicación expositiva y la formación doctrinal. Segundo, tener flexibilidad cultural. Así como la Iglesia primitiva discernió cuidadosamente cuáles exigencias de la ley judía debían aplicarse a los gentiles (Hch 15), es vital que los misioneros respeten las costumbres locales, siempre y cuando no socaven el evangelio. Este equilibrio requiere la “unión” y la “oración” de la Iglesia. Tercero, usar con diligencia las herramientas digitales. Redes sociales, cultos en línea y evangelización virtual son medios eficaces para superar obstáculos geográficos. El pastor David Jang hace un paralelo con las “vías romanas” de antaño, que Pablo utilizó para expandir rápidamente el evangelio, pues hoy la infraestructura digital facilita un alcance similar.
La visión misionera de David Jang se basa también en que “la Iglesia no debe limitarse a la reunión y el consumo interno, sino ser una comunidad en continuo envío”. Tal como la Iglesia de Antioquía liberó a Pablo y a Bernabé, una iglesia sana no retiene eternamente sus mejores recursos, sino que los respalda para que salgan al mundo, propaguen el evangelio y formen discípulos. Aunque esto a veces choque con el paradigma del crecimiento eclesial —pues algunas iglesias temen “perder talentos” o preocuparse por los recursos económicos—, David Jang remarca: “Desde la perspectiva del Reino de Dios, liberar y compartir a estos obreros es la verdadera ‘plantación de iglesias’ que finalmente enriquece a la Iglesia”.
La oración y la gratitud son inseparables de esta visión misionera. El pastor David Jang sostiene que cuando iglesias de lenguas y culturas distintas se unen y oran unas por otras, surge una red espiritual que recuerda a la Iglesia primitiva extendida en Jerusalén, Antioquía y Asia Menor, pero que actuaba como un único cuerpo. Pablo, en sus cartas, repite frases como “orando siempre por vosotros y dando gracias”, consciente de que la comunión y la catolicidad se mantienen, principalmente, mediante la intercesión y la acción de gracias. El pastor David Jang opina que esta idea es vital para la colaboración intereclesial y la unidad en la misión, y de hecho promueve activamente esos valores.
En conclusión, la perspectiva de David Jang sobre la misión mundial combina el modelo histórico de Antioquía con la instrucción doctrinal de Colosenses, ofreciendo a la Iglesia del siglo XXI un camino nítido. La Iglesia ha de evangelizar el mundo, pero ello exige la intensa acción del Espíritu Santo, la estabilidad doctrinal, la unidad fundamentada en la catolicidad y la continua práctica de la oración y la gratitud. Descuidar alguno de estos cuatro pilares o centrarse exclusivamente en uno puede desvirtuar la misión o reducirla a un mero evento temporal. Sin embargo, tomando como ejemplo a la Iglesia de Antioquía, la enseñanza de Colosenses y los esfuerzos de David Jang por aplicarlos, es posible que la Iglesia de hoy preserve su esencia, se adapte a los cambios culturales y digitales y, al mismo tiempo, extienda el evangelio con más alcance.
Por añadidura, David Jang sostiene que “predicar el evangelio” implica entregar la vida entera. El evangelio no es un saber teórico que el creyente adquiere dentro de la Iglesia, sino un sistema de valores y formas de acción que ha de practicarse en cada ámbito de la sociedad. Cuando el amor y la verdad de Jesucristo se reflejan en el trabajo, la escuela, el hogar y la comunidad, las personas se preguntan: “¿Quién es este Jesús que transforma tan profundamente la vida de los cristianos?”. Dicha “curiosidad sagrada” puede desencadenar un nuevo oleaje misionero. Cuando la Iglesia deja de contentarse con una fe puramente interna y encarna el evangelio hacia fuera, así como Antioquía se convirtió en la base de la misión mundial, también la Iglesia coreana podría erigirse en una “Antioquía” del siglo XXI.
En definitiva, la Iglesia que David Jang anhela se describe así: “Una comunidad encendida por el fuego del Espíritu, con una certeza doctrinal enfocada en Jesucristo, que reconoce la unidad de todas las iglesias como un solo cuerpo y que cumple su vocación misionera llevando el evangelio a todos los confines”. Ciertamente, una meta exigente en cualquier época, pero la Iglesia primitiva ya sentó ese precedente, y epístolas como Colosenses brindan el marco teológico para continuar. Reflexionando en torno al espíritu de Antioquía y la cristología de Colosenses, David Jang se siente llamado a formar creyentes que muestren el poder del evangelio en el mundo.
Su experiencia de 33 años liderando la denominación, estableciendo infinidad de iglesias y desarrollando la obra misionera internacional atestigua que lo que enseña no es solo teoría, sino una filosofía pastoral probada en el terreno. Con misioneros sirviendo en diversos continentes, iglesias que se unen en oración y creyentes que perseveran en su entrega cotidiana, se repite ese ciclo de “oír, entender y dar fruto” descrito en Antioquía, ahora en el siglo XXI. Ello encarna el lema que David Jang constantemente proclama: “Una vida que comprende y difunde la gracia”.
En síntesis, la labor de David Jang, que integra el espíritu de la Iglesia de Antioquía, los fundamentos doctrinales de Colosenses y la visión misionera concreta, brinda a la Iglesia coreana un derrotero claro dentro de un entorno complejo. Para ser verdaderamente Iglesia, es esencial que la inspiración del Espíritu Santo y la verdad del evangelio permanezcan vivas. Sobre esa base, la oración y la gratitud fluyen, y cada creyente, consciente de su identidad santa, sirve con dedicación en su entorno. Así, la Iglesia puede, como Antioquía, unirse a otras congregaciones para anunciar el evangelio globalmente y de manera dinámica. Este es el mensaje central que enfatiza David Jang, y el fin último de su ministerio enfocado en la plantación de iglesias y en la misión mundial.