La Caída y la Salvación – Pastor David Jang

1.La caída del ser humano y la estrategia de Satanás

El Pastor David Jang enfatiza la importancia de estudiar detalladamente Génesis 3 y 4, ya que en estos capítulos se muestra cómo ocurrió la caída de la humanidad y cuál es su raíz. Génesis 1 y 2 registran la creación de todo el universo por parte de Dios: Él creó la luz en medio de las tinieblas, separó el cielo de la tierra, formó los mares y la tierra, y creó diversas criaturas. Como cúspide de toda la creación, hizo al hombre y a la mujer a Su imagen, y este es el tema central de Génesis 1 y 2. El Pastor David Jang subraya que comprender adecuadamente Génesis 1 y 2 es un requisito indispensable para captar la caída de la humanidad (Génesis 3) y el problema de Caín (Génesis 4). Solo si aceptamos primero que la creación era buena y perfecta, sin pecado ni muerte, podremos observar el “deterioro” que se produjo después.

Sin embargo, al llegar a Génesis 3, irrumpe un personaje inesperado: “la serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho”. Esta serpiente se acerca a Adán y Eva y lanza la pregunta: “¿De veras Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del huerto?”. Según el Pastor David Jang, este es el punto clave que marca el encuentro entre el ser humano y Satanás, pues en él se decide si obedeceremos la Palabra de Dios o si estableceremos nuestro propio criterio para desobedecerla.

La serpiente dice a la mujer: “No moriréis”. Es claramente una mentira, pero a la vez sumamente seductora. Dios había dicho: “No comas del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal; porque el día que de él comas, ciertamente morirás”, lo cual produce en el ser humano temor y precaución. Pero la serpiente quiebra ese temor declarando: “No moriréis; es más, llegaréis a ser como Dios”. El Pastor David Jang señala aquí la forma en que actúa Satanás: trastorna la Palabra de Dios para su propio fin maligno, frecuentemente usando una lógica que aparenta ser razonable o una interpretación sesgada que aleja al creyente de la centralidad de Dios y lo conduce al egocentrismo.

El Pastor David Jang dirige la atención a la reacción de Eva en Génesis 3. Ella ve que el fruto “era bueno para comer, era agradable a los ojos y codiciable para alcanzar sabiduría”. Hay un proceso: ver (estímulo visual) → tocar (acercamiento directo) → comer (acto real). El pecado, a veces originado por la curiosidad, termina contaminando todo el ser y, en última instancia, conduce a la muerte.

El Pastor David Jang subraya que esto se relaciona estrechamente con la petición del Padrenuestro: “No nos metas en tentación”. Uno de los mayores peligros que puede afrontar el ser humano es la arrogancia de querer ocupar el lugar de Dios, y esa es la misma parte en la que Satanás ataca con más fuerza. El ser humano fue creado para vivir en sumisión a la Palabra de Dios, pero cuando trata de juzgar el bien y el mal por sí mismo y se erige en el criterio supremo, cae inevitablemente en la trampa de la serpiente. Este es el mensaje fundamental que el Pastor David Jang expone.

Dentro de esta trama en Génesis 3, Adán y Eva terminan comiendo del fruto prohibido. El primer síntoma tras el pecado es la vergüenza mutua: se dan cuenta de que están desnudos y se cosen hojas de higuera para cubrirse. Además, al oír la voz de Dios que pasea por el huerto, sienten miedo y se esconden. Todo ello simboliza perfectamente el resultado del pecado: produce vergüenza ante Dios, (vergüenza espiritual), lleva al ser humano a fabricar sus propias defensas (las hojas de higuera) y finalmente lo aparta de la presencia divina (al esconderse).

Hacia el final de Génesis 3, se da a conocer un juicio aún más contundente: “Porque polvo eres, y al polvo volverás”; “el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, no sea que alargue su mano y tome también del árbol de la vida y coma, y viva para siempre…”. Se cierra el camino hacia el árbol de la vida, revelando la desastrosa consecuencia de la desobediencia y la arrogancia del ser humano. La gran mentira de Satanás —“Ciertamente no morirás”— resulta en la realidad de “ciertamente morirás”. El Pastor David Jang señala que la caída humana no solo quedó en el momento en que Eva comió del fruto prohibido, sino que se transmitió a toda la humanidad como “pecado original”, por lo que hasta hoy nacemos bajo ese influjo.

Ya en Génesis 4, aparece la historia de Caín, hijo de Adán, que por envidia mata a su hermano Abel. Es otro ejemplo dramático de cómo ese “deseo egocéntrico” se difunde, produciendo frutos de pecado y muerte. Para el Pastor David Jang, la transgresión de Caín es la “extensión del pecado” que empezó con la serpiente en Génesis 3. Ahora, la maldad se manifiesta no solo en el nivel personal sino también a nivel de relaciones humanas, hasta llegar al homicidio fraternal.

Si leemos detenidamente Génesis 4, vemos cuán centrado en sí mismo se comporta Caín. Cuando ofrece su sacrificio, dice la Biblia que Dios “no miró con agrado a Caín ni a su ofrenda”. Hay muchas posibles explicaciones sobre por qué no fue aceptada, pero el Pastor David Jang sugiere concentrarse en la motivación que había en el corazón de Caín: quizá mostraba la actitud “serviré a Dios a mi manera”. Es decir, su corazón no estaba verdaderamente entregado a Dios, sino que buscaba satisfacer un interés propio o cumplir una obligación, y no adoraba a Dios con reverencia genuina. Por eso Dios no se complació en su ofrenda. Esta frustración desemboca en envidia y rabia contra su hermano Abel, al punto de matarlo.

El mensaje que nos deja Génesis 3 y 4 es claro: el pecado comienza con una duda sutil que, si se arraiga y no se confronta, conduce al orgullo, la interpretación falsa y la decisión centrada en uno mismo. El resultado es la muerte espiritual, la discordia con los demás e, incluso, llega a extremos como el asesinato. El Pastor David Jang enfatiza la urgencia de reconocer esta “caída original” para valorar la obra de Jesucristo, quien vino precisamente a deshacer esa tragedia. Jesucristo da la solución definitiva en el Nuevo Testamento para el problema que se expone en Génesis 3 y 4.

El Pastor David Jang añade que, si ignoramos la raíz del pecado, no podremos entender la magnitud del sacrificio de Cristo en la cruz ni la grandeza de la gracia de la redención. La historia bíblica de la salvación consiste en que nuestro Creador, ante la separación originada por el pecado, envía a Su Hijo para restaurar Su proyecto inicial. En este sentido, la ambición de “ser como Dios” (introducida por la serpiente en Génesis 3) se ve confrontada radicalmente por Jesús, quien, según Filipenses 2, “se despojó a sí mismo tomando forma de siervo”. Aun siendo Dios, se humilló a lo sumo y fue obediente hasta la muerte, venciendo así la soberbia que Satanás sembró. Por lo tanto, la salvación también consiste en “vencer el orgullo” siguiendo la humildad de Cristo.

De esta forma, el Pastor David Jang explica que la meta de estudiar Génesis 3 y 4 es descubrir la estrategia de Satanás y la vulnerabilidad del corazón humano. Y tras ese descubrimiento, necesitamos arrepentirnos y poner en práctica medidas para no caer más en las artimañas de la serpiente. Para ello, es vital meditar en la Palabra de Dios cada día, vivir en el seno de la comunidad de fe para recibir luz y verificar que no estamos en error. Preguntarnos continuamente “¿Qué quiere Dios realmente?” y orar “Señor, no me dejes caer en tentación, y líbrame del mal” debe ser parte fundamental de la vida diaria. El orgullo sigue siendo el arma más poderosa de Satanás, y de él surgen toda clase de pecados, por lo cual el creyente debe velar en oración y cultivar la humildad.


2. La identidad de Satanás y los ángeles caídos

El Pastor David Jang explica que la serpiente de Génesis 3 es, en realidad, “Satanás”, “el diablo” o “el dragón” de Apocalipsis 12. No se trata solo de un animal, sino de un arcángel caído o líder de ángeles que se rebeló contra Dios. Por ello, reducir el relato de la serpiente a un simple símbolo de la serpiente física haría que perdiéramos la visión global de la salvación que presenta la Biblia. Satanás, Lucifer, diablo, dragón, el que engaña al mundo entero… son diferentes denominaciones para la misma entidad. Aunque es una criatura creada por Dios, se llenó de orgullo, quiso igualarse al Altísimo y así se convirtió en ángel caído.

El Pastor David Jang menciona Isaías 14 y Ezequiel 28 como pasajes donde, bajo la figura del “rey de Babilonia” o “rey de Tiro”, se describe al ángel caído que está tras esos gobernantes. En Isaías 14 se lee: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!” (en latín, Lucifer), mostrando que era un ángel brillante que servía cerca de la presencia divina. Sin embargo, albergó en su corazón: “Subiré al cielo… seré semejante al Altísimo”. Esa ambición de querer ser como Dios es la esencia del pecado de Satanás y la razón de su caída.

En Ezequiel 28 se narra, en forma de parábola, que este “querubín protector ungido”, que se hallaba en el Edén, se corrompió y fue arrojado por su arrogancia. Así la Biblia muestra que antes de la caída humana, hubo una “caída angelical”. El Pastor David Jang afirma: “La Escritura nos indica claramente que no solo la humanidad cayó, sino que existe un poder espiritual que la engaña y derrumba”. Y la Iglesia debe entender esta realidad para librar la batalla espiritual.

En Apocalipsis 12 vemos que el gran dragón, la “antigua serpiente”, llamado diablo y Satanás, es expulsado del cielo junto con la tercera parte de las estrellas. Esto muestra que muchos ángeles también cayeron con él. En Efesios 6 leemos: “No tenemos lucha contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades… contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. De aquí se deduce que Satanás no está solo, sino que cuenta con un ejército de ángeles caídos que ejercen su influencia. Su propósito es tentar y engañar a la humanidad, a veces a través de gobernantes terrenales y estructuras de poder. El Pastor David Jang advierte que, si desconocemos esta dimensión espiritual, podríamos atribuir muchos problemas únicamente a conflictos humanos o a fallas institucionales, cuando de fondo opera la estrategia del maligno.

En la historia, podemos reconocer cómo Satanás impulsa la idolatría y la violencia. Reyes como Faraón, que oprimió a Israel, y reinos como Babilonia o Asiria, que conquistaron y masacraron a muchos pueblos, ponen de manifiesto la “arrogancia y el uso de la fuerza” característicos de Satanás. Este ser siempre pretende robar la gloria que pertenece solo a Dios, fomentando la adoración a ídolos. En el Antiguo Testamento, con el culto a Baal, se promovía el desenfreno sexual; con Moloc, se practicaba el sacrificio de niños; y en la adoración del becerro de oro se ve la avaricia y el materialismo (mamón) en su máxima expresión. Según el Pastor David Jang, “detrás de estos ídolos, se encontraba el mismo principio de la soberbia y la crueldad de Satanás”.

Esta actuación del diablo no se limita al Antiguo Testamento. Continúa en el Nuevo Testamento y en nuestro presente. Cuando Jesús ayuna 40 días en el desierto, Satanás mismo lo tienta con tres propuestas: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”; “Arrójate desde el pináculo del templo, pues los ángeles te sostendrán”; y “Si me adoras, te daré todos los reinos del mundo y su gloria”. El Pastor David Jang explica que este es el patrón básico de las tentaciones de Satanás: 1) satisfacción de necesidades físicas (comida), 2) búsqueda de fama y admiración (milagros espectaculares), y 3) poder y riquezas (los reinos del mundo). Con estas tentaciones, procura destruir la verdadera fe. Sin embargo, Jesús responde cada vez con la Palabra: “Escrito está…”. Así, el diablo es derrotado y se retira, dejando que los ángeles sirvan al Señor. El Pastor David Jang enfatiza que esto enseña a los creyentes a utilizar la Palabra como arma principal para vencer las tentaciones de orgullo y codicia que propone Satanás.

El Pastor recalca que aún hoy la lucha espiritual sigue vigente. Cada vez que, consciente o inconscientemente, decidimos “juzgar el bien y el mal a nuestra manera” y ubicarnos “por encima de la Palabra”, nos alineamos con la lógica de Satanás. Incluso dentro de la iglesia puede suceder. Los fariseos y escribas que se opusieron a Jesús, en lugar de reconocer Su autoridad, lo acusaron de tener demonio y de violar el día de reposo. Aun siendo líderes religiosos, no estaban del lado de Dios, sino del diablo. Por eso Jesús los llamó: “Generación de víboras, ¿cómo escaparéis de la condenación del infierno?”. En cambio, Jesús extendió gracia y perdón a los publicanos y las rameras, quienes reconocieron su pecado y se arrepintieron.

La epístola de Judas (versículos 6-7) también menciona a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su morada, quedando sujetos a oscuridad y cadenas eternas. Algunos ángeles caídos fueron juzgados de inmediato, mientras que otros, como los demonios, siguen activos tentando a la humanidad. En el libro de Job, Satanás aparece como “el acusador”, cuestionando la integridad de Job ante Dios: “¿Acaso teme Job a Dios de balde?”. Ante esta acusación, Dios permite la prueba, y Job sufre intensamente. Esto ilustra cómo el diablo a veces recibe permiso para actuar, con el fin de poner a prueba la fe humana. Sin embargo, a pesar de su dolor, Job no maldice a Dios, demostrando que la acusación de Satanás era falsa. El Pastor David Jang explica que esta historia aclara por qué Dios no destruye inmediatamente a Satanás: el Señor utiliza incluso esos ataques para purificar y manifestar la fe genuina de Sus siervos.

Desde nuestra perspectiva, todo esto puede resultar doloroso y difícil de comprender. El Pastor David Jang reconoce que uno puede preguntarse: “¿Por qué Dios no elimina de una vez al diablo?”. Pero vemos en Job el desenlace de la prueba: Job conoció a Dios más profundamente, recuperó aún más bendiciones y alcanzó un nivel superior de madurez espiritual. Igualmente, cuando atravesamos sufrimientos y pruebas, si permanecemos en la Palabra y en oración, podemos rechazar las acusaciones de Satanás y experimentar la victoria. Precisamente esto es lo que pedimos al orar: “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. El Pastor David Jang dice que tal oración no implica que no habrá pruebas en absoluto, sino que rogamos por la ayuda divina para salir airosos de ellas.

En definitiva, Satanás es “Lucifer, hijo de la mañana” que abandonó su posición y ahora merodea buscando a quien devorar. Sin embargo, la cruz y la resurrección de Cristo ya expusieron su derrota y su destino final. El Pastor David Jang remarca: “No olvidemos esta verdad: Satanás está sentenciado, y el Señor nos ha dado autoridad para vencerlo en el nombre de Jesús”. Pero esa autoridad la reciben quienes, como Jesús, caminan en humildad y obediencia. Así como la caída de Satanás se produjo por su soberbia, el creyente vence mediante la “vía del siervo” que siguió Cristo.


3. La respuesta del creyente y la victoria espiritual

El Pastor David Jang concluye que, en última instancia, el creyente debe resistir la potestad de Satanás y triunfar basándose en la enseñanza de Jesucristo y en el poder del Espíritu Santo. Génesis 3 y 4 (la caída de la humanidad), Isaías 14 y Ezequiel 28 (la rebelión de Satanás), Job (la prueba y el acusador), Apocalipsis 12 (la guerra espiritual), todos se combinan para mostrarnos la historia de la salvación de Dios. En el Nuevo Testamento, se revela plenamente cómo Dios envía a Su Hijo para rescatar a la humanidad de las mentiras de Satanás. Jesús, como “el segundo Adán”, superó la tentación y, entregándose en la cruz, pagó la condena del pecado. El Pastor David Jang aclara: “Esta victoria del Evangelio es la base para orar ‘no nos metas en tentación’, y también el gran privilegio que se nos concede”.

Cuando pronunciamos en el Padrenuestro “No nos metas en tentación, sino líbranos del mal”, estamos diciendo en el fondo: “Dios, protégeme de las artimañas de la serpiente, del engaño de Satanás, y controla mi orgullo y mis deseos egoístas con tu Espíritu Santo”. El Pastor David Jang recalca que debemos hacer esta oración a diario, porque incluso el creyente que lleva muchos años en la iglesia alberga, en algún rincón de su corazón, la “semilla de soberbia” heredada de Satanás. Cada vez que surja esa tentación, nuestra posición debe ser la misma que la de Jesús: “Señor, renuncio a mi trono. Solo Tú eres el dueño de mi vida”. Esta es la clave para no sucumbir ante la serpiente.

No obstante, recorrer este camino no es fácil. Recordemos la súplica de Jesús en Getsemaní: “Padre, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como Tú”. Según el Pastor David Jang, esta oración ejemplifica la esencia de la vida cristiana: la verdadera obediencia implica renunciar a la “voluntad propia” para abrazar la “voluntad de Dios”, algo que no es sencillo. Cuanto más Satanás intensifique su ataque sobre nuestras debilidades, prometiéndonos soluciones inmediatas o diciendo “No pasa nada si haces esto…”, más necesitamos someternos a la voluntad divina, aunque cueste. Por eso son imprescindibles la oración diaria, la meditación en la Palabra y la corrección fraterna en la comunidad de fe. Así combatimos “la buena batalla de la fe”.

El Pastor David Jang afirma: “Somos por naturaleza criaturas que debemos postrarnos en humildad ante Dios. Pero Satanás nos dice: ‘Sé el juez supremo del bien y del mal, sé tu propio rey’. El camino del orgullo siempre luce atractivo, pero su fin es la destrucción y la muerte espiritual. En cambio, la senda de la humildad quizás al principio parezca estrecha y empinada, pero conduce a la vida eterna y a la gloria de la resurrección. Jesús transitó esa senda y resucitó. Nosotros debemos seguirlo”. Esto se corresponde exactamente con Filipenses 2:6-11, donde se describe cómo Cristo, siendo en forma de Dios, se despojó y se humilló, obedeciendo hasta la muerte, razón por la cual Dios lo exaltó hasta lo sumo. Esa humildad y obediencia constituyen la esencia del Reino de Dios, y Satanás —que cayó por su orgullo— no puede imitarlas.

No obstante, si solo asumimos esto a nivel intelectual, fácilmente volveremos a caer. Por eso el Pastor David Jang insiste en la “llenura del Espíritu Santo” y la “llenura de la Palabra”. En el desierto, Jesús repetía: “Escrito está…”, refiriéndose a la Ley de Moisés. Del mismo modo, debemos reconocer la pecaminosidad que se originó en Génesis 3 y 4: “Dios, soy débil; hay orgullo y deseo en mí. Pero que Tu Palabra me limpie. Líbrame de la tentación”. Entonces el Espíritu Santo vivifica esa Palabra en nuestro interior. Al confrontar nuestro corazón con la Escritura y confesar nuestras motivaciones egocéntricas, el orgullo se derrumba y emerge el criterio centrado en Dios.

Otro punto esencial que el Pastor destaca es el rol de la “comunidad de fe”. Satanás procura aislar a las personas para que, en soledad, sucumban a la tentación. Cuando uno enfrenta los problemas solo, es fácil alejarse de la Palabra. En cambio, compartir nuestras luchas con hermanos de confianza, con los pastores o líderes de células, y pedir oración, hace que “entre la luz”. Donde hay luz, las tinieblas huyen. Satanás cobra fuerza en lo oculto, pero si nos mantenemos en la comunión, confesando nuestras faltas y animándonos mutuamente, no le dejamos espacio. Por algo en Santiago se nos llama a confesar nuestras ofensas unos a otros y a orar para sanarnos.

En particular, cuando recitamos y oramos juntos el Padrenuestro, la frase “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal” se convierte en un arma espiritual poderosa. Fue el mismo Jesús quien enseñó esta oración, y en la unidad de la iglesia el poder del Espíritu Santo se hace más visible. El Pastor David Jang invita a no olvidar que es una plegaria colectiva. Al unísono, la comunidad se convierte en un ejército espiritual que avanza contra las fuerzas de Satanás. A través de esta práctica y del estudio constante de la Palabra, el creyente experimenta, en su propia vida, la victoria sobre el pecado y sobre el orgullo.

En síntesis, el relato de la caída en Génesis 3 y 4 no es un simple evento del pasado. Refleja la condición presente del corazón humano y advierte sobre el peligro de la soberbia y la desobediencia. A la vez, declara la maravillosa gracia de Dios, que no nos dejó en esa condición, sino que proveyó la salvación por medio de Jesucristo. Ante la serpiente, que sembró la ambición de “ser como Dios”, Jesús respondió humillándose hasta la muerte en la cruz, abriéndonos la puerta del Reino y derrotando definitivamente las artimañas de Satanás. El Pastor David Jang indica: “Cuando seguimos a Jesús, abandonamos la soberbia para elegir la humildad, sustituimos la desobediencia por la obediencia, y dejamos las tinieblas para caminar en la luz. Así, en medio de las tentaciones cotidianas, podremos triunfar y entrar finalmente a la vida eterna”.

Por eso, se concluye con una exhortación a no tomar a la ligera la súplica “No nos metas en tentación” del Padrenuestro. El Pastor David Jang advierte: “Debemos armarnos de la Palabra y la oración, vivir en comunión con la iglesia y cerrar la puerta al orgullo”. De esta manera, Satanás, aunque rabie en algún rincón de la historia, no podrá obstaculizar nuestro caminar. El mundo actual está revuelto, los valores son confusos y la propia iglesia puede enfrentar tensiones internas, pero si sostenemos que “Dios es el único Juez del bien y el mal” y no el hombre, la verdad nos hará libres.

En definitiva, el Pastor David Jang lanza esta conclusión: “Meditemos cada día en Génesis 3 y 4. No olvidemos cómo Satanás cayó en Isaías 14, Ezequiel 28 y Apocalipsis 12, y cómo se ve reflejado en el libro de Job y en la tentación del desierto que sufrió Jesús. Repitamos con frecuencia el Padrenuestro y oremos para no caer en las trampas del maligno. Si lo hacemos, por más que Satanás insista, los hijos de Dios saldrán victoriosos”. Este es el consejo que el Pastor David Jang comparte con los creyentes y la perspectiva central para interpretar Génesis 3 y 4. Mientras Lucifer se hundió por su soberbia, Jesús fue exaltado por su profunda humildad. La enseñanza para nosotros es clara: quien se ensalza cae al abismo, pero quien se humilla ante Dios recibe la vida eterna. Aferrémonos a esta verdad para superar la tentación del orgullo y dar fruto como auténticos hijos de Dios.

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